Reconstrucción de las huellas del poeta que marcaron el alma del canadiense, y de cómo Cohen influyó en Morente y Lagartija Nick
El comienzo de esta historia se remonta a 1949. Imberbe y apocado, Leonard Cohen entra en una librería de segunda mano de Montreal. El adolescente, abre un libro que le llama la atención. Lo firma un tal Federico García Lorca. El chaval palidece cuando lee los versos del literato granadino. «Por el arco de Elvira / quiero verte pasar / para sufrir tus muslos / y ponerme a llorar». «Sentí plenamente que aquel universo era el que yo podía entender, el que yo vivía. Lorca fue el primer poeta que me tocó. Él me educó», reconoce ahora, en la madurez, el galán con voz de ultratumba.
El amor a primera vista entre Leonard Cohen (Montreal, 1934) y la obra del autor de 'Poeta en Nueva York' presagia una relación especial con Granada. Pero transcurre mucho tiempo hasta el encuentro físico. Tanto, que el dandy canadiense que se persona en la capital nazarí en octubre de 1986 ya peina varias canas y exhibe algún pliegue en el rostro. El Cohen de entonces atraviesa un periodo de espléndida valentía creativa. Con 52 años recién cumplidos, está a punto de reinventarse.
'I'm your man' (1988) supone un brusco giro de tuerca en su trayectoria. El disco contiene piezas emblemáticas de su repertorio actual. Composiciones de perfil sintético y electrónico como 'First we take Manhattan', 'Everybody knows' o 'Tower of song'. En el libreto, rastros del periplo granadino; la imagen de Cohen sentado con la guitarra acústica en una terraza del Albaicín.
En tan rutilante cancionero destaca 'Take this waltz' -'Toma este vals', como canta Enrique Morente-, adaptación en inglés del 'Pequeño vals vienés' de Lorca. El tema aparece por primera vez en el álbum colectivo 'Poetas en Nueva York'. Su lanzamiento, en 1986, homenajea a Federico en el cincuenta aniversario de su asesinato. Por el trabajo desfilan figuras dispares del panorama español e internacional. Desde George Moustaki hasta Lluís Llach. Desde Chico Buarque o Donovan, hasta Paco de Lucía o Patxi Andión. Y la intervención estelar de Cohen.
El cantautor admite que traducir a Lorca y trasladarlo al andamiaje de la canción resulta un proceso tortuoso. Aquello le cuesta 150 horas de trabajo y una depresión. Cohen quiere rodar un videoclip en los mismos rincones granadinos por los que transitaban los personajes de Federico. Pretende filmar en la Casa-Museo de Fuente Vaqueros. En otoño de aquel 1986 llega a Granada con el equipo de rodaje. Obtiene los permisos con facilidad.
El 3 de octubre acude tembloroso al hogar de su venerado poeta español. «Se emocionó al entrar y se hizo fotos al lado de la cuna de Lorca. Se sintió muy en su casa», rememora el poeta granadino Juan de Loxa, en aquel tiempo director de la Casa-Museo. «Le recuerdo como un hombre muy afable. No daba ningún miedo, a pesar de lo que mucha gente se puede imaginar. Transmitía paz y serenidad. Hablaba lo justo y miraba lo suficiente. Enseguida supe que estaba ante un personaje cuyas vibraciones me servían de medicina. Conocer a Cohen me marcó mucho». La sorpresa general se produce cuando Cohen empieza a emplear técnicas de relajación para conectar con el espíritu de Lorca. «En un momento determinado, se puso a hacer yoga ante una foto de Federico. Tenía la cabeza hacia abajo y los pies arriba». La imagen se pasea por el mundo en la portada de 'New Musical Express'.
Un buen día, paseando por la Quinta Avenida de Nueva York, Juan de Loxa tropieza con una pantalla gigante. Muestra el videoclip de 'Take this waltz'. En las imágenes, un Cohen entrado en la cincuentena pulula por Fuente Vaqueros mientras musita la engorrosa adaptación del 'Pequeño vals vienés'. Juan de Loxa se emociona. Es el mismo caballero refinado al que había servido como guía por la casona familiar de Federico. El mismo que había bautizado a su hija con el nombre de Lorca una década antes.
Granada devuelve el gesto en 1996. La idea de 'Omega' nace del amigo y traductor de Cohen en España, Alberto Manzano. Lo que se procura un cariñoso regalo deriva en uno de los discos más importantes de la música popular de este país. Los versos de Lorca y el cancionero de Leonard Cohen al servicio de un majestuoso elenco de artistas de flamenco. Con Enrique Morente a la cabeza y la distorsión rock de Lagartija Nick como telón de fondo. El álbum genera una lenta convulsión al cabo de los años. Surge un hito en las entrañas de la ciudad. Y lo paradójico del asunto: el público no especializado es el primero en acoger 'Omega'. Por una vez, las corrientes mayoritarias se adelantan a las alternativas. Antonio Arias y Morente suelen repetir el chascarrillo en los bares: «Los errores del pasado son los aciertos del futuro».
El shock noquea al propio Cohen. Así lo demuestra la carta que recibe Manzano del bardo norteamericano: «Es lo más grande que nadie ha hecho por mí en toda mi vida». Al veterano cantante y escritor le sugestiona el efecto transgresor de sus textos amoldados al flamenco. Desde ese momento, Cohen admira profundamente a Enrique Morente. «Es un álbum visceral, de un nivelazo artístico impresionante», reflexiona Manzano.
El primer estrujón entre Morente y Cohen tiene lugar una gélida tarde de invierno de 1993. Cafetería del hotel Palace de Madrid. Se impone la barrera del idioma, pero el cruce de miradas basta para sellar la hermandad. «Tienen un 'feeling' alucinante desde que los presenté en aquella ocasión.
Morente adquiere en 2008 el máster original y los derechos de edición de 'Omega'. Una versión ampliada sale al mercado y el cantaor vuelve a ofrecer conciertos con Lagartija por España y América. La construcción del trabajo cuenta con la presencia de músicos como Vicente Amigo, Cañizares, El Paquete o Tomatito. Al mismo tiempo, la hija del vocalista, Estrella Morente, y su mujer, Aurora Carbonell, se encargan de los coros y las palmas.
Al final, Cohen actúa por primera vez en Granada el 13 de septiembre de 2009. El temible Coliseo de Atarfe alberga a 4.000 personas en la gira alimenticia tras la sangría económica de su manager. Como un baile lento y seductor al final de una batalla perdida. Como contemplar lagrimeando el hundimiento de Venecia. Sí, presenciar un recital de Leonard Cohen es una experiencia grande. Algo que no se olvida.
POR EDUARDO TEBAR PARA IDEAL.ES GRANADA