Son las nueve de la noche, el sol todavía alumbra la ciudad y alrededor de la cruz del mirador de San Cristóbal se agolpa un grupo de gente con cara de alegría y expectación. Un matrimonio intenta sacarse la clásica foto panorámica con la Alhambra detrás. «Pero María, que salga bien ¿eh? Quiero salir en un lado, que la Alcazaba quede aquí a mi derecha bien grande, ¿eh?» «Déjate de 'ehs' y sonríe un poco. No, más. ¡José, sonríe más o me voy!» Unos señores mayores de gafas cuadradas se dedican a adornarse los unos a los otros con palabras cordiales. Un poco más atrás dos amigos con mochilas a la espalda los miran con cara de incredulidad.
Todos enmudecen de pronto cuando llegan María Angustias, Israel y Rosa, los guías turísticos de Cicerone Cultura y Ocio S. L., empresa que organiza la visita en colaboración con el Consorcio del Milenio de Granada. El itinerario, explican, está pensado para que se recorran algunos de los puntos que más interés han tenido a lo largo de los últimos mil años de la historia de la ciudad. «Pero Granada tiene muchos más de mil» suelta alguien, más lanzado o más rápido que los demás. Es cierto, pero el año 1013 fue el primero en que se erigió como reino independiente, bajo la dinastía de los ziríes. De ahí el milenio que da nombre al paseo: «Granada, mil años de historia».
La excursión se pone en marcha y el silencio que había reinado durante la presentación de los guías es sustituido de nuevo por alegría y barullo generalizado. Las calles estrechas, símbolo de identidad del Albayzín, llevan desde el mirador hasta la plaza de San Bartolomé, del siglo XVI. «En esa época existían en Granada cerca de cien mezquitas» -cuenta la voz con acento norteño de Rosa- «hasta que los Reyes Católicos, que habían conquistado la ciudad hacía algunos años, obligaron a los musulmanes a convertirse al cristianismo. Entonces esas mezquitas empezaron a ser sustituidas por iglesias». El siglo XVI es considerado el siglo de los cristianos. Constituyó una especie de transformación, un cambio político y cultural absoluto: la ciudad pasó de ser musulmana a estar bajo dominio cristiano. «No es solo que se cambiasen mezquitas por iglesias, sino que se transformó radicalmente la forma de pensar de la gente».
Las palabras de la guía todavía fluyen en los oídos de los veintipico excursionistas mientras pasean por la Calle del Agua hasta la Plaza Larga, que hace mil años fue la plaza más importante del Albayzín. No es difícil imaginárselo. Todavía hoy el lugar bulle de actividad, de comercios y mesas al aire libre atestadas de cervezas, sangrías y tapas. Resulta increíble pensar que ese sitio tiene un milenio de historia y que, muy posiblemente, no era tan diferente a como está hoy. ¿O no hay muchos que dicen de Granada que es un lugar blindado contra el paso de los años?
Castigo ejemplar
Atravesamos Puerta Nueva y nos llaman la atención los objetos oxidados que cuelgan en su arco, arriba. «Cuando se descubría que algún comerciante estafaba a sus clientes se le requisaban los utensilios que usaba para pesar los productos y se colgaban aquí, a modo de castigo» nos habían contado poco antes. Pasamos por debajo de la puerta y a través de la primera muralla que rodeó Granada y entramos en la antigua ciudad, separada del Albayzín. El problema en el siglo XII fue que la ciudad creció a un ritmo demasiado rápido. Llegó un momento en que ya no había espacio para tanta gente dentro de los muros. Los que no encontraban lugar se instalaban fuera, en el Albayzín, considerado entonces un barrio aparte de la capital. Sin embargo, este barrio 'marginal' también creció, y con el paso del tiempo llegó a convertirse en el corazón de la vida diaria de la capital.
El paseo continúa, cada vez más de noche por calles siempre descendentes, hasta que los excursionistas se detienen frente a un antiguo palacio real. «Este palacio perteneció a Aixa, la madre del último rey de Granada, Boabdil». Enfadada porque su marido se había encaprichado de una noble hispana, la señora que espetó a su hijo la famosa frase 'Llora como una mujer lo que no has sabido defender como un hombre' se encerró en ese edificio para no saber nada más del esposo que consideró que la había traicionado.
La oscuridad ya se ha apoderado de la situación cuando la visita concluye en la Gran Vía, en un salto en el tiempo al modernismo de los siglos XVIII y XIX.
El reloj marca las once y media de la noche y por las calles granadinas todavía pasean transeúntes despreocupados, ajenos tal vez al hecho de que caminan por una ciudad milenaria y única en el mundo.
1 comentario:
Pues..., encantado de conocerte físicamente.
Interesante este nuevo producto que ofrecéis, me encanta, ójala que cuando vaya a Granada, esté aún disponible.
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