15 de mayo de 2010

La maleta de mi padre (y 4)

" Todos los días necesito ocuparme un tanto de la literatura para ser feliz. Como esos enfermos que tienen que tomar cada día una cucharada de su medicamento para seguir vivos. Cuando siendo niño me enteré de que los diabéticos tenían que inyectarse insulina diariamente para llevar una vida como la de los demás, me dieron mucha pena; pensé que estaban medio muertos. Y mi dependencia de la literatura me ha llevado a estar “medio muerto” en ese sentido (….) La literatura me es tan necesaria como la medicina. …Si la “dosis” de literatura que debo tomar a diario la escribo yo, la cosa es completamente distinta. Por que para los que se encuentran en mi situación, el mejor tratamiento, la mayor fuente de felicidad, es escribir cada día media página bien hecha. Desde hace treinta años escribo sentado en mi mesa en la misma habitación unas diez horas casi cada día. Todo lo que he podido sacar, todo lo que he podido publicar de media en estos treinta años, es menos de media página al día. Y además, muy probablemente algo inferior al nivel que yo considero “bueno”.
Pero no se me malinterprete. Un adicto a la literatura de mi calibre no es tan superficial como para ser feliz con la belleza, el éxito o el número de libros que ha escrito. No busca la literatura para que le salve la vida, sino solo para superar ese día difícil que está viviendo. Y los días son siempre duros. La vida es dura cuando no se escribe. Es dura por que no se ha podido escribir. Y también lo es cuando se escribe, por que escribir es muy difícil. La cuestión consiste en encontrar la esperanza que permita superar el día entre estas dificultades, incluso en alegrarse y ser feliz si el libro o la página que te transportan a un nuevo universo son buenos. Voy a describirles lo que siento si ese día no he podido escribir bien o si, como consuelo no he podido perderme en un buen libro. En muy poco tiempo, el mundo se convierte ante mis ojos en un lugar insoportable, repugnante; los que me conocen se dan cuenta de inmediato de que empiezo a parecerme a ese mundo. Por ejemplo, mi hija comprende al instante por la expresión desesperada que tengo esa noche que no he podido escribir bien. Me gustaría poder ocultárselo, pero soy incapaz de conseguirlo. No quiero hablar con nadie, y nadie, viéndome así, quiere hablar conmigo….Si cualquier obstáculo –viajes, (recados), problemas políticos y quién sabe qué más- me impide tomar esa medicina mía que huele a papel y tinta durante un largo periodo de tiempo, noto que la infelicidad me está convirtiendo en una especia de hombre de hormigón. Es como si las articulaciones no se doblaran, como si la cabeza se me petrificara y el sudor me oliera de otra manera. …Una novela se escribe pensando mucho, con entusiasmo, rabia y deseo, eso lo sabemos todos. Nos dirigen, de forma expresa u oculta, muchas razones, intereses particulares u obsesiones personales tan incomprensibles o tontas como gustar a quien queremos, humillar a quienes nos irritan, a hablar de algo que nos gusta mucho, el afán de ser querido o leído, o ambiciones políticas.. No sabemos exactamente qué son esos impulsos y sueños que nos ponen en marcha, pero al escribir queremos que nos muevan como una brisa que ignoramos de dónde sopla. Incluso nos rendimos un tanto a esos oscuros envites, como un marinero que no sabe a dónde va… Pero en un rincón de nuestra mente seguimos siendo conscientes de en qué punto del mapa estamos y adónde queremos llegar. Hasta en los momentos en que más me rindo al viento, siempre puedo predecir mi destino con cierta precisión…Hago planes previos, divido en fragmentos la historia que quiero contar, calculo antes de emprenderle viaje a qué puertos debe ir el barco para cargar y descargar qué mercancías y cuánto tiempo me llevará, y lo marco todo en mi mapa. Con todo, no me opongo cuando la historia cambia de rumbo por que un viento que sopla de repente de un lugar inesperado hincha las velas. De hecho, la sensación que proporciona el barco avanzando a toda vela es una plenitud buscada….Escribir novelas consiste en estar abierto a todos esos impulsos, vientos, momentos de inspiración, lugares oscuros de la mente y periodos de calma chicha y brumosa…."
Orhan Pamuk

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