Discurso leído por Orhan Pamuk ante la Academia Sueca en la Ceremonia de Entrega del Premio Nobel de Literatura 2006.
Dos años antes de morir, mi padre me entregó una pequeña maleta llena con sus notas, manuscritos y cuadernos. Asumiendo su habitual aire bromista y escéptico, me dijo de repente que le gustaría que los leyera después de que se hubiera ido, o sea, después de su muerte.
- Echale un vistazo- me dijo ligeramente avergonzado-, a ver si hay algo que valga la pena. Quizás después de que me vaya puedas hacer una selección y publicarla.
... Pero esta historia tenía una segunda parte que recordé poco después ese mismo día... Veintitrés años antes de que mi padre me dejara su maleta y cuatro después de que a los ventidós decidiera dejarlo todo y convertirme en escritor encerrándome en una habitación, le entregué a mi padre con manos temblorosas una copia mecanografiada de mi primera novela Cevdet bey y sus hijos, ya terminada pero todavía sin publicar, para que la leyera y me dijera lo que pensaba. Para mí era importante obtener su aprobación no solo porque confiaba en su gusto y en su inteligencia, sino también por que mi padre, al contrario que mi madre, no se había opuesto a que yo fuera escritor. Por aquel entonces, mi padre no vivía con nosotros, sino lejos. Esperé impaciente su regreso. Cuando volvió dos semanas más tarde, le abrí la puerta a la carrera. Mi padre no dijo nada, pero me dió tal abrazo que comprendí que mi libro le había gustado mucho. Durante un rato sufrímos un ataque de ese silencio y de esa especie de torpeza que surgen en momentos demasiado emotivos. Luego, cuando nos relajamos un poco y empezamos a hablar, mi padre manifestó en un lenguaje excesivamente entusiasta y exagerado su confianza en mí, o en mi primer libro, y me dijo de repente y como si tal cosa que algún día me darían el premio que hoy recibo con enorme alegría.
Lo dijo no tanto por que lo creyera o para señalarme este premio como meta, sino como cualquier padre turco que le anuncia a su hijo "algún día serás general!", para apoyarle y estimularle. Y durante años estuvo repitiendo esa frase para darme aliento cada vez que nos veíamos.
Mi padre murió en diciembre de 2002.
Distinguidos miembros de la Academia Sueca, que me ha concedido este gran premio, este gran honor, distinguidos invitados, me habría gustado mucho que mi padre estuviera hoy entre nosotros.
1 comentario:
Muchas gracias por compartir este magnífico texto. Son maravillosas las reflexiones de Orhan Pamuk sobre lo que significa descubrirse como escritor. Es más, si se leen los textos con paciencia y ánimo de explorador se pueden descubrir vetas de valiosísima experiencia, de conocimiento que en la vida literaria tienen un valor inapreciable.
Pamuk comparte estas intuiciones con Vargas LLosa, quien en "La verdad de la mentiras" una y otra vez habla de las semejanzas y diferencias entre literatura y la vida misma, especialmente en el texto sobre "París era una fiesta", de Hemingway.
Otra vez gracias por compartir estos cuatro textos y quisiera tu permiso para republicarlos en mi blog.
Saludos desde México.
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